miércoles, 10 de mayo de 2017

¡Gracias!


¡Buenas chicos/as! Hoy os voy a hablar de algo extraño relacionado con el primer año de universidad, desde una experiencia propia, yo decidí estudiar magisterio porque en su día vi a una persona que era simplemente increíble, una persona capaz de mantener una figura autoritaria a la vez que humorística, una persona la cual igual no era la más inteligente, o la más sabia del mundo, pero sabía como transmitir, como emocionar, incluso como hacerte sentir especial en cierto modo, esa persona era un profesor.

Esta persona fue mi profesor de lengua castellana y literatura en los dos años de bachillerato y se llama José Vicente, sinceramente el mejor profesor que hasta la fecha he tenido, como ya he dicho antes, no era el más listo, ni el que mejor dominaba la materia, probablemente existan profesores con muchos más conocimientos que él pero os lo aseguro, ninguno trasmitía como él, simplemente con mirar su forma de actuar te hacia pensar, una persona bondadosa, con carácter y sobre todo con EMPATÍA hacía el alumnado que es lo que hace falta de verdad y un día dije: ¡Yo quiero ser como él! y decidí seguir sus pasos.

Pero cuando de repente piensas que no habrá otro como ese profesor ¡Pum! ¡Ahí estaba! en primero de carrera, apenas unos meses después que la persona por la cual elegí esta carrera, un profesor con una fuerza, unas ganas de revolucionar la educación y una pasión por la enseñanza que a pesar de llevar muchos años en esto seguía conservando y os preguntareis ¿Quién es? Pues os quedareis con la duda (Aunque supongo que él se dará por aludido) los demás os quedareis con la duda, al menos hasta que finalice este cuatrimestre.

Habré podido tener más de 60 profesores a lo largo de mi vida, pero estos dos han marcado la diferencia y por ello pienso que merecen ser reconocidos.

De verdad, ¡Gracias, gracias por ser diferentes!

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